Los seres humanos cuando nos relacionamos con otros nos encontramos muchas veces con situaciones de alta exigencia social. Esto puede sucedernos con un amigo, un familiar, en el trabajo un superior o un desconocido. La forma de respuesta debería estar guiada por lo que uno considera más adecuado, en muchas ocasiones solemos sentirnos tan “presionados” o “influenciados” por los demás que terminamos actuando en contra de nuestros propios principios, creencias o conveniencias.
Solemos decir “sí”, cuando queremos decir “no”, o nos sometemos a situaciones incómodas y a personas abusivas, pudiendo evitarlas. ¿Quién no se ha reprochado alguna vez a sí mismo el silencio cómplice, la obediencia indebida o la sonrisa zalamera y apaciguadora? ¿Quién no se ha mirado alguna vez al espejo tratando de perdonarse el no haber dicho lo que en realidad pensaba? ¿Quién no ha sentido, aunque sea de vez cuando, la lucha interior entre la indignación por el agravio y el miedo a enfrentarlo?
¿Por qué nos cuesta tanto ser consecuentes con lo que pensamos y sentimos? ¿Por qué en ocasiones, a sabiendas de que estoy infringiendo mis preceptos éticos, me quedo quieto y dejo que se aprovechen de mí o me falten el respeto? ¿Por qué sigo soportando los agravios, por qué digo lo que no quiero decir y hago lo que no quiero hacer, por qué me callo cuando quiero hablar, por qué me siento culpable cuando hago valer mis derechos? Cada vez que agachamos la cabeza, nos sometemos o accedemos a peticiones irracionales, le damos un duro golpe a la autoestima: nos flagelamos.
Si revisamos nuestras relaciones interpersonales en detalle, veremos que no somos totalmente inmunes al atropello. Aunque tratemos de minimizar la cuestión, casi todos tenemos uno o dos aprovechados a bordo. La explotación psicológica surge cuando los aprovechados encuentran un terreno fértil en el que obtener beneficios, es decir, una persona incapaz de oponerse. Los sumisos atraen a los abusivos.
¿Qué nos pasa? ¿Es tan importante la opinión de los demás que preferimos conciliar con el agresor a salvar el amor propio, o será que los condicionamientos pueden más que la autoestima? Y no me refiero a situaciones en las que la seguridad personal o la de nuestros seres queridos esté objetivamente en juego, sino a la transgresión en la que no existe peligro real y pese a ello escapamos.
Cuando exigimos respeto, estamos protegiendo nuestra honra y evitando que el «yo» se debilite. En el proceso de aprender a quererse a sí mismo, junto al autoconcepto, la autoimagen, la autoestima y la autoeficacia, hay que abrirle campo a un nuevo “auto”: el autorrespeto, la ética personal que separa lo negociable de lo no negociable, el punto de no retorno.
Hay una herramienta psicológica, estudiada y refrendada en innumerables investigaciones, llamada asertividad que permite proteger nuestra honra y evita que el «yo» se debilite. Permite abrir camino al autorrespeto, separar lo negociable de lo no negociable. (¿Cuál es tu no negociable?)
Asertividad es la capacidad de expresar de manera clara directa oportuna y equilibrada, nuestros pensamientos y sentimientos actuando desde un estado interior de autoconfianza ( confianza en uno mismo, confianza es con absoluta fé, fé es creer, por lo que podríamos decir que es actuar desde un estado de absoluta fé en lo que decimos), sin el propósito de herir o perjudicar, ni tampoco sometiéndose a la voluntad del otro.
La asertividad se aprende.
Es la capacidad de ejercer y defender nuestros derechos personales sin violar los ajenos (por ejemplo: decir no, expresar desacuerdos, dar una opinión contraria o no dejarse manipular). Se integra tanto la capacidad de respetar como de autorrespetarse.
La asertividad es libertad emocional y de expresión, es una manera de descongestionar nuestro sistema de procesamiento y hacerlo más ágil y efectivo. Las personas que practican la conducta asertiva son más seguras de sí mismas, más tranquilas a la hora de amar y más transparentes y fluidas en la comunicación, además, no necesitan recurrir tanto al perdón porque al ser honestas y directas impiden que el resentimiento eche raíces.
Hay una zona intermedia entre la sumisión obsecuente y la agresión enfermiza en la que se realza la verdadera capacidad humana de reconocerse individual sin ser individualista, de cuidarse a sí mismo sin descuidar a los demás y de crear salud mental aprendiendo a expresar adecuadamente lo que se piensa y siente.
Hay dos actitudes no asertivas, Respuesta pasiva y la Respuesta Agresiva
La respuesta pasiva es natural en personas que piensan “no quiero conflictos”
En esta respuesta las personas quieren decir que no y dicen que sí, por miedo, por vergüenza…
Normalmente la persona pasiva ha sido herida y tiende a herir.
( Hay personas que queriendo decir no dicen si, y comprometen de este modo su dignidad, hablaremos en otra oportunidad de la importancia de la declaración del “NO”).
Puede suceder que haya un efecto espejo, ¿que significa esto? Que puede suceder que en algún area de mi vida yo tenga una respuesta pasiva, porque no querés discutir con alguien, porque pensas que podrías perder el amor de alguna persona, porque no querés quedar mal… por muchas cosas y entonces en otras áreas de tu vida tenes respuestas agresivas, respondes reaccionando agresivamente porque en alguna area estas siendo pasivo entonces no estas equilibrado, estas danzando en un péndulo que te lleva de un extremo al otro.
Las personas no asertivas piensan, sienten y actúan de una manera particularmente débil a la hora de ejercer o defender sus derechos. Los pensamientos típicos que las caracterizan pueden resumirse así: “Los derechos de los demás son más importantes que los míos”. “No debo herir los sentimientos de los demás ni ofenderlos, aunque yo tenga razón y me perjudique”. “Si expreso mis opiniones seré criticado o rechazado”. “No sé qué decir ni cómo decirlo. No soy hábil para expresar mis emociones”. Los individuos sumisos suelen mostrar miedo y ansiedad, rabia contenida, culpa real o anticipada, sentimientos de minusvalía y depresión. La conducta externa es opacada, poco expresiva, con bloqueos frecuentes, repleta de circunloquios, postergaciones y rodeos de todo tipo. Incluso pueden actuar de una manera diametralmente opuesta a sus convicciones e intereses con tal de no contrariar a los otros. Su comportamiento hace que la gente aprovechada no los respete. Es importante destacar que la mayoría de las personas tienemos algo de inasertivo. No es necesario cumplir cada uno de los criterios técnicos señalados o estar en el extremo del servilismo para que la dignidad esté fallando.
La dignidad personal es el reconocimiento de que somos merecedores de lo mejor.
Si acepto pasivamente la injusticia o la ofensa, estoy admitiendo en los hechos que merezco ser tratado indebidamente.
La dignidad humana implica al menos 4 condiciones:
1) No ser instrumento para otros fines distintos a los propios.
2) Ser autónomo en las propias decisiones
3) Ser tratado de acuerdo con sus méritos y no con circunstancias aleatorias como raza, etnia, clase social o preferencia sexual, es decir no ser discriminado por esas razones.
4) No ser abandonado, despreciado o rechazado afectivamente.
A veces infravaloramos el impacto que tienen las burlas o ese supuesto sentido del humor del que somos víctimas o podemos vernos también desde el lugar de victimarios si se quiere.
Cuando la ofensa tiene un carácter leve o sutil y está amparada bajo un supuesto sentido del humor, la mente termina acostumbrándose a los agravios. El autoengaño adopta distintas formas de justificación “no es tan grave”, “hay cosas peores”. No podemos resignarnos a la descortesía de la persona que amamos, y desde la vereda de enfrente, no podemos esperar que la otra persona se resigne a una manera de ser nuestra descortés, hiriente o agresiva. Hay personas que van por la vida “escupiendo sinceridad”, conversé con una persona que me comentaba “no suelo tener pelos en la lengua, yo digo lo que pienso, a lo mejor suena mal lo que digo pero yo ya sé que le caigo mal a toda la gente porque digo las cosas como las pienso, no es que no pienso lo que digo, a mi no me interesa escuchar lo que dice el otro… “ Esta creencia conduce a dañar al otro a lastimar la confianza y genera identidad. Que resultados puede estar alcanzando esta persona? Elegirá realmente esto o es una explicación justificante de la falta de madurez emocional?
¿Cuál puede ser la búsqueda que inicie el comportamiento?
La necesidad de
- Aceptación
- Aprobación
- Aprecio
Es la necesidad natural en mayor o menor medida del ser humano.
Hay que chequear en el área que estoy siendo muy pasivo o muy agresivo, ver ¿cuanto me esta costando ser aceptado, aprobado o apreciado? ¿Dónde está el desequilibrio? ¿Y por qué lo estoy necesitando?
Porque la aceptación, la aprobación y el aprecio no es algo que te tengan que dar los demás sino que es algo que podes darte vos mismo. Creemos que tiene que ver con los otros y tiene que ver con nosotros mismos. Si fueras capaz de proveértelo vos mismo quizás no necesitarías buscarlo afuera. De hecho si soy dependiente del afuera, me vuelvo impotente. Me vuelvo esclavo de algún modo de la voluntad ajena y tiendo a conformarme con migajas de respeto.
Una persona es asertiva cuando es capaz de ejercer y/o defender sus derechos personales, como por ejemplo, decir “no”, expresar desacuerdos, dar una opinión contraria y/o expresar sentimientos negativos sin dejarse manipular, como hace el sumiso, y sin manipular ni violar los derechos de los demás, como hace el agresivo.
Aun si la asertividad no lograra cambios en el entorno, aun así, los datos disponibles en psicología de la salud son contundentes al demostrar que la expresión del sentimiento de insatisfacción o de ira es beneficiosa, tanto para la autoestima como para el organismo. La conducta asertiva no necesariamente debe generar un cambio en los demás, aunque a veces lo logra. Hay que tener en cuenta que la expresión de la propia emoción es importante en sí misma.
¿Qué hacer cuando estamos en desacuerdo?
Podemos usar
- Diferenciar mensaje de mensajero: el mensaje va por un lado y el mensajero por otro.
En ocasiones descalifico el mensaje por el mensajero o descalificamos al mensajero por el mensaje. Por ejemplo: ¿vos me decís esto? ¿Quién sos vos para decirme esto? Entonces descalificamos para ocultarnos. ¿Quién tiene que ser, como tiene que calificar alguien para traerte algo entonces? - Diferenciar intención de la acción porque a veces la acción estuvo fuera de foco, pero la intención fue buena, entonces poder chequear la intención ante una acción que juzgamos que está mal, por ejemplo, ante la pregunta, ¿por qué hiciste esto? Puede existir la respuesta: no tuve la intención, no sabía que iba a pasar esto… Quizás se equivocó, reconocer el valor. Si te cuesta separar puede tener que ver con que no confías en lo que dice, hay que ver si lo ves como una excusa o lo ves auténtico. Y preguntarte quien querés ser para el otro.
- Poder gestionar la emoción para ver como actuamos con el mensaje
- Diferenciar los hechos de las interpretaciones
Derechos asertivos
- Derecho a ser el primero (ceder siempre, no te hace ser más cortés, sino a ser invisible, no digas “lo que quieras” cuando tengas una preferencia, elegí)
- Derecho a cometer errores: son necesarios para el aprendizaje, nadie está exento de cometer errores, tenés derecho a cometerlos. Son cosas que pasan cuando intentamos hacer algo “el que no lava los platos, no los rompe”
- Derecho a tener tus propias opiniones y creencias: de hecho, gracias a que hay personas que se atreven a plantear ideas diferentes es que han surgido los grandes cambios en la humanidad.
- Derecho a cambiar de opinión, de idea, de forma de actuar: cuando aprendés algo nuevo sucede esto.
- Derecho a expresar críticas y protestar, siempre teniendo respeto y de una manera asertiva
- Intentar cambiar lo que no te satisface: las cosas no tienen por qué seguir siendo de la misma manera y caer en la resignación.
- Tenés derecho a sentir y a expresar el dolor, así como a ser su último juez: A veces te dicen “no es para que te pongas así” claro que tenés derecho a sentir lo que sentís siempre que seas respetuoso con los demás, con la forma de expresar. Porque el otro, así como vos, también tiene derecho a ser respetado.
- Tenés derecho también a ignorar los consejos de los demás: cuando alguien te da un consejo es precisamente eso, su opinión. En ocasiones conversamos con alguien y el otro se apresura a decirnos que hacer, solo estabas comentando, conversando, no pediste opinión. Aunque pidamos consejo, es solo eso, un consejo y no una orden por lo cual sentite libre de no tomarlo.
- Tenés derecho a recibir reconocimiento por un trabajo bien hecho. Cambio el “no es nada”, “no fue nada” por la declaración de “gracias”.
- Tenés derecho a decir que no, sin sentirte culpable o egoísta, y a aceptar las consecuencias de esto, asique como vos tenés derecho a decir que no el otro tiene derecho a no aceptar tu negativa.
- Tenés derecho a no justificarte ante los demás, en ocasiones con un simple no gracias, ya es suficiente. A veces nos justificamos esperando que los demás nos den permiso para que podamos actuar de la manera en la que nosotros queremos hacerlo.
- Tiene derecho a no responsabilizarte de los problemas de los demás
- Tenés derecho a no anticiparte a los deseos de los demás y a no tener que intuirlos. E importante en esto tener en cuenta que es fundamental transmitir los propios deseos porque el otro no tiene como adivinarlos.
- Tienes derecho a tener tus propias necesidades y que esas necesidades sean tan importantes como las de los demás
- Tienes derecho a hacer menos de lo que eres capaz de hacer, ser dueño de tu vida
- Derecho a decidir sobre tu cuerpo, tu propiedad
No confundas ser cortés con la incapacidad de ser asertivo.
Fuente bibliográficas:
“cuestión de dignidad” Walter Riso